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El 25 de mayo de 1820, Manuel Belgrano escribía su testamento. Un tiempo antes, López y Ramírez exigían la disolución de las autoridades nacionales, se libraba la batalla de cepeda y resurgían las visiones locales, mostrando a nuestro prócer que diez años después las ideas de mayo seguían esperando su resolución y puesta en práctica, se desvanecía con él su sueño americanista.

Narran los historiadores con tono discepoliano que Manuel Belgrano falleció pobre, agotado y en medio de la anarquía. Nos reseña Miguel Ángel de Marco que a las 7 de la mañana del 20 de junio de 1820 su corazón dejó de latir, los médicos le practicaron la autopsia y lo embalsamaron, para luego cumplir con su deseo de ser amortajado con el hábito de la Tercera Orden Dominica y ser enterrado en la iglesia de Santo Domingo.

A las postrimerías de un nuevo 20 de junio, nuevamente los argentinos nos hallamos con sentimientos encontrados, con muchas expectativas desahuciadas, enfrentados en nuestras actuales diferencias, y nos olvidamos sin querer, de la vida y obra de un verdadero modelo de vida.

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Todos sabemos que Belgrano fue el creador de la Bandera, abogado y militar, pero su camino en la vida lo llevó a ser mucho más; así debemos recordar también al político, periodista, promotor de la educación, economista, terciario dominico y sobre todo, podemos decir, que fue un estadista con destacada participación antes y después de la Revolución de Mayo.

Estas aristas que describiremos nos hablan de un personaje multifacético y prolífico, que solo unas décadas después de su muerte generó el interés de Andrés Lamas en Uruguay y Bartolomé Mitre en Argentina, que comenzaron a recopilar documentación para contarnos su historia.

Nació el 3 de junio de 1770 en el seno de una familia de comerciantes. Sus padres, Domingo Belgrano y Peri y María Josefa González Casero, tuvieron doce hijos. Los Belgrano eran una familia religiosa, ligada a la orden dominica, con una sólida posición social y económica.

Asistió a la escuela en la parroquia de Santo Domingo, pasando luego a realizar estudios secundarios en el Real Colegio de San Carlos, incursionando en filosofía, lógica, física, matemática y teología.

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A los 16 años de edad, en compañía de su hermano Francisco, partió rumbo a Madrid, donde estudió lenguas (inglés, italiano, francés), derecho (Universidad de Salamanca y Valladolid) y economía política.

Su estadía en España le permitiría conocer los cambios que sucedieron en Europa por aquellos tiempos. Frecuentaba importantes salones forjando amistades relacionadas con las "Sociedades Económicas" de la época, accediendo a las lecturas de las obras de la modernidad.

Cristina Minutolo de Orsi expresa que confluyeron en Belgrano dos corrientes: el renacentismo (el liberalismo y las visiones de autores como Quesnay y Adam Smith) y resabios medievales (la neoescolástica y la doctrina salamantina) absorbidos en la Universidad de Salamanca. Su pensamiento puede enarbolarse en el marco de un liberalismo basado en un humanismo práctico, con una visión de unidad que pregonaba el bien común como estandarte para el desarrollo de los pueblos americanos.

El sueño americanista que reflejaba la identidad iberoamericana tuvo fuertes lazos con las doctrinas de Suarez y Francisco de Victoria. Asimismo su visión de la problemática indígena y sus propuestas relacionadas a la agricultura vendrían, para la historiadora, de su paso por Salamanca; sin embargo algunos autores disienten de la fuente y se la asignan a Quesnay junto a su defensa por el libre comercio.

Ya de vuelta en estas tierras en el año 1794 fue designado como Secretario del Consulado de Buenos Aires, y se desempeñó como funcionario público, elaborando diversas propuestas que buscaban impulsar reformas y modernizar al Estado Español.

 Manuel Belgrano.© Proporcionado por Perfil Manuel Belgrano.  

Belgrano, ante la imposibilidad de llevar a cabo sus propuestas desde la secretaría del Consulado, comenzó a publicarlas en memorias anuales del mismo y en periódicos de la época, desarrollando diversos escritos sobre economía, agricultura, educación y recursos naturales. El prócer además desarrolló opiniones sobre la unidad de los pueblos, la condición racial y social de sus habitantes, la formación moral y religiosa, el acceso a la educación,  y particularmente, la educación de la mujer.

En la Revolución de Mayo fue designado con el cargo de Vocal de la Primera Junta con Saavedra, Castelli y Moreno. Luego, la Junta de Gobierno le encomendó la responsabilidad militar y política en la expedición al Paraguay, donde sería derrotado en Tacuarí, y más tarde se haría cargo del Ejército del Norte, con suerte diversa: vencerá en Tucumán y en Salta y será derrotado de Vilcapuyo y Ayohuma.

Belgrano junto a otros hombres de mayo había enarbolado la idea de nombrar a la Infanta Carlota como regente de los dominios españoles en América, buscando evitar que las posesiones españolas se sumieran en anarquía a merced de potencias extranjeras; y nuevamente volverá, con una postura similar, con la propuesta del reinado de un descendiente de los Incas al Congreso de Tucumán, que no sería receptada.

En este relato abreviado no debemos olvidar la creación de la Bandera. Así, en Rosario, el 27 de febrero de 1812, Belgrano expresa: "la mandé hacer blanca y celeste conforme a los colores de la escarapela nacional...".

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Belgrano como político, militar y estadista fue un luchador en busca del bien común. Así, lo describe la historiadora Cristina Minutolo de Orsi, al expresar que "el bien común tiene para él categoría ética y lo coloca por encima de los intereses particulares y en buena medida de los intereses de la mayoría. Es un bien porque está consustanciado con la naturaleza del hombre y su desarrollo como ser humano (persona). Todos los escritos de Belgrano son una teoría fundada en el bien común, pues para él es fuente importante porque de él pueden participar todos los que forman la comunidad social. El bien común permite el desarrollo de todo el hombre y todos los hombres; insiste en la capacitación y educación de la familia, donde se debe aprender en comunión de amor las conductas para integrarse en la sociedad".

A  más de 200 años de su partida física de este mundo, Manuel Belgrano, ese enigmático hombre –según Halperín Donghi– enraizado en el humanismo, en donde confluyen la escuela de salamanca y el iluminismo, nos interpela cada año a los argentinos a buscar la unidad, dejar de lado los conflictos y antagonismos susurrándonos suavemente con su último aliento la  misma pregunta: ¿Estamos preparados para construir el bien común?

 

* Luis Esteban Vivacqua. Profesor de Derecho Constitucional.

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